En el verano de 2014, los yazidíes se encuentran en el centro de la atención internacional, cuando el Estado Islámico toma a Sinjar, la ciudad principal de esta minoría monoteísta kurdofona, ubicada en el noroeste de Irak, cerca de la frontera con Siria. Allí y en los pueblos de los alrededores, Daech perpetró crímenes atroces, arrojó a decenas de miles de personas a las carreteras, mató a los hombres y redujo a las mujeres a la esclavitud sexual.
Dos víctimas, Dalal y Lewiza, acordaron contar abiertamente su trágico destino frente a la cámara del escritor, abogado y director franco-británico Philippe Sands, especializado en la defensa de los derechos humanos. Secuestradas con otras mujeres y niñas de sus familias, vendidas y revendidas como esclavas sexuales, lograron huir de sus captores después de varios meses de cautiverio. En una comunidad donde la violación deshonra a las víctimas y conduce a su exclusión, estos dos testimonios demuestran ser extremadamente valientes y preciosos, ya que decenas de mujeres yazidíes abusadas prefirieron suicidarse antes que ser repudiadas.