Gaspar y Blanca tienen visiones del mundo muy distintas. Él es un ejecutivo exitoso de una inmobiliaria, mujeriego y casi sin ética. No tiene reparos en destruir un paño entero para construir un rentable centro comercial aunque afecte la calidad de vida de todo un barrio. Mal que mal, para eso fue contratado. Ella, en cambio, es responsable, buena amiga, madre soltera y muy eficiente.